lunes, 28 de noviembre de 2016


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Lingüistas

Tras la cerrada ovación que puso término a la sesión plenaria del congreso internacional de lingüística y afines, la hermosa taquígrafa recogió sus lápices y sus papeles y se dirigió a la salida abriéndose paso entre un centenar de lingüistas, filólogos, semiólogos, críticos estructuralistas y desconstruccionistas, todos los cuales siguieron su garboso desplazamiento con una admiración rayana en la grosemática. De pronto, las diversas acuñaciones cerebrales  adquirieron vigencia fónica: ¡Qué sintagma, qué polisemia, qué significante, qué diacronía, qué exemplar ceterorum, qué zungespitze, qué morfema! La hermosa taquígrafa desfiló impertérrita y adusta entre aquella selva de fonemas. Sólo se la vio sonreír, halagada y, tal vez, vulnerable, cuando el joven ordenanza, antes de abrirle la puerta, murmuró casi en su oído ¡Cosita linda!


Mario Benedetti

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sábado, 19 de noviembre de 2016

Paradoja

Lleno de sangre vino. Creí que era la muerte quien venía. Pero quedó engañada, dormida en el ombligo.Con su primer llanto, supe que la vida llega envuelta en sangre. 
Ante el milagro, yo también lloré. Era mi hijo.

Félix

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jueves, 10 de noviembre de 2016

Carlos María Federici

Kammapa, el monstruo tragador
Una leyenda bantú describe (o tal vez no describe) a un monstruo amorfo, llamado khodumodumo (pero algunos lo llaman Kammapa). Este ser comienza por comerse a una persona que se atreve a entrar en sus dominios, devora después a los guerreros que van a rescatar a la primera víctima y avanza sobre la aldea, tragándolo todo a su paso. Kammapa hace desaparecer en su vientre sin límites a los árboles, cabras, gallinas, casas, sembrados, personas y también el sol y la luna. La tierra queda informe y vacía. Un niñito –en algunas versiones es una mujer embarazada que lo dará a luz- se salva ocultándose en la ceniza. Mágicamente adulto en un instante, el niño abre con su espada el vientre de Kammapa y un alarido le responde: sin querer la ha cortado la pierna a uno de los hombres que estaban en su interior. Así salva a su pueblo y restaura la forma del universo, pero se gana un enemigo mutilado que ha jurado venganza para siempre.
Esta historia no es imposible: yo misma tengo una pequeña cicatriz en la cara provocada por el bisturí que tajeó el útero de mi madre.


Ana María Shua


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miércoles, 2 de noviembre de 2016

Instrucciones para curar el exceso de ego


Cójase una hoja fresca de lechuga y póngase a asar hasta que quede requemada y negra. Déjese enfriar. Aplíquese la cataplasma sobre el sarpullido. Retírese cuando la hoja recobre su verdor y su tersura: la soberbia habrá sido absorbida.

Félix


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